
Vínculo y apego: la base de nuestras relaciones
¿Qué tienen en común un bebé que llora en brazos de su tía si su mamá se aleja, una persona que revisa ansiosamente su teléfono esperando un mensaje de su pareja y un anciano que encuentra consuelo en las visitas de sus nietas?
Todas ellas están expresando la misma necesidad fundamental: el apego.
Desde que nacemos, necesitamos sentir vinculación con alguien que nos ofrezca seguridad. Es un mecanismo de supervivencia, pero también una base esencial para nuestro bienestar emocional.
John Bowlby, el padre de la teoría del apego, nos explicó que estos lazos no son sólo un deseo, sino una necesidad biológica. No se trata solo de amor o compañía; el apego es el cimiento sobre el que construimos nuestra identidad, nuestra manera de relacionarnos y nuestra forma de afrontar el mundo.
El apego en la infancia es una brújula emocional. Imagina a un bebé en un parque: está explorando el césped, tocando las hojas, pero cada tanto gira la cabeza para asegurarse de que su madre sigue allí. Si ella le sonríe, sigue jugando. Si ella desaparece de su vista, su pequeño mundo se tambalea.
Este equilibrio entre exploración y seguridad es la esencia del apego. Cuando un niño o una niña sienten que su figura de referencia es estable y accesible, se atreven a descubrir el mundo con confianza. Si, por el contrario, perciben inestabilidad, pueden desarrollar inseguridades que marcarán su forma de relacionarse en el futuro.
Mary Ainsworth, colaboradora de Bowlby, describió distintos estilos de apego según cómo respondían los cuidadores o cuidadoras a las necesidades de la niña o el niño: seguro, ansioso, evitativo y desorganizado. Estos patrones no sólo influyen en la infancia, sino que dejan huellas en nuestras relaciones adultas.
Os resumo brevemente cada uno de ellos:
El apego seguro es un estilo de vínculo que se desarrolla cuando un niño o una niña experimenta una relación estable, predecible y afectuosa con su cuidador/a principal. Los cuidadores responden de manera sensible y consistente a las necesidades del peque.
Se caracteriza por:
- Confianza y seguridad: La niña sabe que puede contar con su cuidador en momentos de necesidad.
- Exploración del entorno: Se siente seguro para explorar el mundo porque tiene una «base segura» a la que regresar.
- Buena regulación emocional: Aprende a manejar el estrés y las emociones con mayor facilidad.
- Relaciones saludables en la adultez: Tiende a desarrollar vínculos afectivos estables y satisfactorios.
El apego ansioso es un estilo de apego caracterizado por una necesidad intensa de cercanía y validación en las relaciones. Surge cuando las y los cuidadores son inconsistentes en su respuesta a las necesidades del niño o la niña, a veces mostrándose afectuosos y otras veces distantes.
Sus principales características son:
- Miedo al abandono: Ansiedad excesiva ante la posibilidad de perder a la figura de apego.
- Búsqueda constante de aprobación: Necesidad de validación y atención en las relaciones.
- Dependencia emocional: Dificultad para sentirse seguro sin la presencia o el reconocimiento de las demás personas.
- Dificultades en la autorregulación: Tendencia a la angustia cuando percibe señales de rechazo o distancia.
En la adultez, puede traducirse en relaciones intensas y con miedo constante a la pérdida.
El apego evitativo es un estilo de apego caracterizado por la independencia excesiva y la dificultad para expresar emociones. Se desarrolla cuando las y los cuidadores son fríos, distantes o minimizan las necesidades emocionales del niño o la niña, enseñándole implícitamente que no debe depender de los demás.
Sus principales características son:
- Evitar la cercanía emocional: Prefiere la autosuficiencia y puede rechazar la intimidad.
- Dificultad para expresar sentimientos: Tiende a reprimir emociones y mostrarse distante.
- Desconfianza en los demás: No espera que otras personas respondan a sus necesidades emocionales.
- Malestar con la vulnerabilidad: Se siente incómodo con la dependencia o el apoyo emocional.
En la adultez, puede llevar a relaciones superficiales o a la dificultad para comprometerse emocionalmente.
El apego desorganizado es un estilo de apego caracterizado por la contradicción entre el deseo de cercanía y el miedo a ella. Se desarrolla cuando el cuidador o cuidadora es una fuente tanto de seguridad como de miedo, generando confusión en el niño o la niña.
Sus principales características son:
- Comportamientos contradictorios: Busca cercanía, pero al mismo tiempo la rechaza.
- Miedo y desconfianza: No sabe si puede contar con las demás personas para sentir seguridad.
- Dificultad para regular emociones: Puede alternar entre ansiedad intensa y evitación extrema.
- Vinculación inestable: En la adultez, puede generar relaciones caóticas, con miedo al abandono y dificultad para confiar.
Este tipo de apego suele estar asociado a experiencias de trauma, negligencia o maltrato en la infancia
El apego en la adultez es un reflejo de nuestra forma de vincularnos en la infancia.
Si en nuestra niñez aprendimos que el amor es un refugio seguro, probablemente en la edad adulta confiemos en nuestras relaciones y nos sintamos cómodas con la intimidad. Si, por el contrario, nuestras experiencias tempranas fueron inestables o dolorosas, podríamos desarrollar ansiedad en nuestras relaciones o, al contrario, evitar el contacto emocional profundo por miedo a sentirnos vulnerables y que puedan hacernos daño.
Esto explica por qué algunas personas sienten angustia si su pareja no responde rápido a un mensaje, mientras que otras prefieren no depender demasiado de nadie. No es simple capricho, sino la huella de cómo aprendieron a vincularse en su infancia.
¿Podemos cambia nuestro estilo de apego?
La buena noticia es que sí. Aunque nuestro apego temprano nos marca, no nos condena. A lo largo de la vida, nuevas experiencias pueden ayudarnos a construir vínculos más seguros. Relaciones sanas, terapia, la introspección y el trabajo personal pueden ser claves para modificar patrones poco funcionales.
Te propongo que te hagas estas preguntas:
• ¿Cómo te sientes cuando necesitas apoyo de alguien? ¿Te cuesta pedir ayuda?
• ¿Eres de los que necesitan estar en contacto constante o de los que se sienten incómodos con la cercanía emocional?
• ¿Cómo eran los vínculos en tu infancia? ¿Cómo crees que han influido en tu forma de relacionarte hoy?
Porque, al final, el apego no sólo define cómo nos relacionamos con los demás, sino también cómo nos sentimos con nosotros mismos. Y conocerlo nos da la oportunidad de construir relaciones más sanas, auténticas y equilibradas; con las demás personas… y con nosotros y nosotras mismas.
¿Te animas a explorar tu propio estilo de apego?
Máriam Sánchez